jueves, 1 de julio de 2010

La irrupción de la izquierda

Chile requiere un giro vital y un giro vital necesita una izquierda que irrumpa.
La elección de 2009 fue una oportunidad. Pesaron en la campaña la carencia de medios de comunicación competitivos y la desigualdad extrema de recursos económicos. Se hicieron sentir la insuficiente participación de organizaciones sociales y expresiones de fragmentación. La candidatura ambigua de Enríquez fue un dispositivo favorable para Piñera y carcomió una mayor proyección de la izquierda. Dos pájaros de un tiro.
¿Podremos irrumpir? La votación presidencial creció un 50%. Fueron electos tres diputados comunistas que superaron a rivales de la Concertación. En la base popular se siguen cursando numerosas iniciativas sociales y culturales, casi siempre acalladas e inconexas. Pero aún no se abre un cauce común que amplíe las fuerzas que aglutinó la presidencial, acredite las discrepancias legítimas y realce las coincidencias que conforman una identidad central.
La izquierda no podrá crecer enfrentada a la izquierda. La falta de realismo o el realismo exagerado, la ausencia de audacia, las desconfianzas, los chauvinismos de grupo, la fraseología revolucionaria sin ideas, el abordaje del “sistema” desde fuera elevado a nivel de principio, o la comodidad de lo establecido y conocido ---en el caso de los concertacionistas de ideas socialistas--- bloquean una irrupción políticamente indispensable.
Además, el triunfo piñerista pareciera haber estrechado la perspectiva al 2014. Por atrayente que sea la idea de derrotar a la derecha, nadie en la izquierda puede dejar de plantearse un horizonte más largo. Si la izquierda no lo sostiene, nadie lo hará. Por eso hay que preguntarse si una eventual derrota de la derecha el 2014 inicia una etapa nueva o nos retrotrae al juego consabido: la “alternancia” entre dos fuerzas que no cuestionan el modelo económico y que conviven en un modelo político que reparte con equidad binominal las butacas parlamentarias y las alcaldías. El “progresismo”, plástico y maleable, será otra vez funcional a la derecha o, en el mejor de los casos, logrará sustituir a la Concertación.
Irrupción política, social y cultural. Un movimiento amplio que demande una nueva Constitución y logre con su lucha transformar el escenario conservador en que se desarrolla la política, un vigoroso despliegue de iniciativas concretas de lucha y un caudal de votos significativo en las municipales, configurarían una izquierda incidente, a veces decisiva. Para lograrlo se precisa reunir a la izquierda con larga y noble raigambre popular y a aquella emergente, valiosa y creativa, aunque dispersa y variada. Viejos allendistas leales a su historia, luchadores de los ochenta activos o reactivados y una nueva estirpe de jóvenes de este siglo, que pienso que viene brava y lúcida, podrían hacer la tarea.
¿Será sólo un sueño? Sí, puede ser. En mi caso, sueño a la Gramsci, con “optimismo de la voluntad y pesimismo de la inteligencia”.



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